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Aprender Salud

A mí me pasó: Ataque de pánico

Exploramos este tema desde la mirada de quien lo vivió y, gracias a su experiencia, se volvió un referente entre sus conocidos. ¿Cómo acompañar mejor?

Quedate tranquilo, no pasa nada; calmate, tomá aire, respirá... “Para alguien que tiene un ataque de pánico es contraproducente escuchar eso, porque genera más ansiedad. Yo realmente sentía que me estaba quedando sin oxígeno porque era así. Sentía que tenía la presión baja porque de verdad la tenía así. Lo que no era real es que me iba a pasar algo grave”.

Así comienza su relato Martín Cruz, quien tiene 29 años y forma parte de la comunidad del Hospital. Él aclara: “Tener ataques de pánico es una experiencia traumática, dolorosa y difícil de transitar, pero muchas veces tiene también lindos resultados al final del camino.” Con el objetivo de comprender mejor a quien esté atravesando una situación similar, los invitamos a conocer la experiencia de Martín.

Difícil de entender, complicado de explicar
“Es una patología de la que puedo hablar abiertamente, y así es como mucha gente -que quizás no sabe lo que le está pasando, o tuvo alguna sensación similar- necesita contárselo a alguien que lo escuche para sentirse identificado. No desde el lugar profesional, pero sí para hacerle sentir a quien lo necesite que estás ahí para él o ella”, comienza relatando Martín.

Saber que no estamos solos. Es probable que, en la imposibilidad de expresar lo que uno vivió, radique la importancia de encontrar a otra persona que pasó por lo mismo y nos ayude a comprender: “Me he contactado con mucha gente y escuché cosas muy distintas a las que viví yo pero que a nivel síntomas son lo mismo. A mí me generaba una baja de presión y palpitaciones pero hay quienes sienten vértigo, sudoración fría u otros síntomas.”

Su experiencia personal. “Fue después de vivir una situación familiar muy traumática. Al día siguiente de ese evento, me levanté como todos los días para ir al trabajo. Me duché, desayuné y me cambié como hago siempre. Pero tengo la imagen grabada en la cabeza de que, cuando fui a agarrar el picaporte para salir, no pude abrir la puerta. En ese momento sentía que no había forma, que no podía salir a la calle y me empecé a sentir muy nervioso. Transpiraba y tenía palpitaciones sin entender por qué. Como era la primera vez que me sucedía, no lo reconocí como un ataque de pánico y lo que resolví en el momento fue no ir a trabajar.”

Ponerle nombre a lo que uno siente
Después de esa primera experiencia, Martín siguió con su vida como siempre, sin ningún problema. Al día siguiente fue a trabajar y no le dio mayor importancia a lo que había pasado. Pero unos años más tarde, tuvo otro episodio traumático que desencadenó en un malestar general: “Empecé a tener baja presión con frecuencia. Me sentía otra vez incómodo, abrumado con palpitaciones y -sobre todo- sin control sobre mi cuerpo. En ese segundo episodio me paralicé en el sillón de mi casa y tuve temblores durante varios minutos. Tenía miedo, pero no sabía miedo a qué. Cuando ese episodio terminó me sentí físicamente agotado y me angustié mucho. Lloraba sin entender qué me había pasado.”

¿Cuánto dura? “Dura lo que vos le permitas que dure. En mi experiencia comienza con un círculo vicioso de algunos síntomas y pensamientos que confluyen. Y ese círculo vicioso dura todo el tiempo que vos lo alimentes. Pero una vez que se desarrolla, el ataque en sí no dura más de 15 o 20 minutos”, destaca.

Una vez que pasó la avalancha. “Yo lloraba mucho y no entendía por qué lloraba. Uno, por lo general, llora por angustia o se conecta con alguna emoción en particular, yo soy bastante llorón además (risas). Pero no podía parar de llorar y me sentía muy cansado físicamente, sentía agotado el cuerpo como si me hubiera pasado una avalancha por encima.”

Cuando se repite: el miedo al miedo. “Es algo muy feo que sucede cuando uno teme volver a pasar por esa experiencia fea. A mí me pasó que tenía miedo a tener un ataque de pánico y ese miedo era el que disparaba nuevos ataques”, completa.

¿Cómo acompañar mejor?
Martín hizo su camino terapéutico -sobre el cual no buscamos profundizar en esta nota- y, de a poco, comenzó a conectarse con personas que estaban atravesando situaciones similares, siendo de ayuda para que ellas también puedan comenzar a transitar un camino de mejora. Aquí algunas de sus reflexiones sobre este recorrido.

Aceptación, el primer paso. “Yo soy miope y nunca me peleé con mi miopía (risas). También soy ansioso y lo reconozco, lo mismo sucedió cuando comencé con los ataques de pánico. Eso me llevó a poder hablarlo, a poder transitarlo a través de terapia cognitiva conductual, que fue lo que me brindó herramientas para poder manejar los síntomas e indagar sobre el origen de estos. Si uno se pelea con lo que le pasa es como luchar contra una pared, imposible moverse. Hay que hacerlo río y que fluya. Y para eso hay que aceptarlo.”

Tener herramientas te tranquiliza. “Y diferencio herramientas de estrategias: estrategias no tengo. Si sucede, se resuelve en el momento. Sino estás todo el tiempo cuidándote, pensar que no me subo al ascensor por si queda en el medio... Tener herramientas te tranquiliza. Es importante, por ejemplo, saber detectar los síntomas previos a tiempo -las crisis de ansiedad- para evitar que se desencadene un ataque de pánico. Eso requiere mucho trabajo, pero trae buenos resultados.”

Medios para expresarse, el arte. “Yo hago teatro y lo recomiendo para todos, porque hace bien en muchas cosas. Pero a mí me sirvió específicamente para expresarme, es un medio súper expresivo. Pero cada uno hará lo que le guste, pintar, tocar el piano, etc. Lo positivo es conectarse con el arte que todos tenemos dentro.”

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Publicado en Aprender Salud Contenidos educativos - Diciembre 2021