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Perspectivas

Historias del Italiano: Mi suegro, Spilimbergo

Los invitamos a conocer la vida del gran maestro Lino Spilimbergo a través de la esposa de su hijo.

Lucía Raffaelli forma parte de la comunidad y es la nuera de uno de los artistas más prestigiosos que dio el país. A través de sus recuerdos, cartas de su archivo personal y anécdotas, los invitamos a conocer la vida del gran maestro Lino Spilimbergo.


Por el equipo editorial de Aprender Salud. Nota publicada originalmente en la revista impresa, Septiembre 2017.


Todo comenzó con un llamado y un encuentro en la sala de espera, mientras Lucía - acompañada por su hija- esperaban a su médica de años, la Dra. Andrea Vénica. Allí mismo abrió sus libros con la obra de quien fuera el padre de su marido y sucedió lo inesperado: un paciente que oía la charla se confesó fanático del artista y comentó sobre su trabajo; otra señora, un poco más atrás, agradeció la "clase" que estaba escuchando sobre arte. Me revolucionaste la sala de espera;, resumió la Dra. cuando la llamó para la consulta.

Así fue que decidimos pautar un nuevo encuentro y entrevistar a Lucía, para compartir esta historia "escondida" dentro de la comunidad del Italiano. Es un relato sin demasiadas fechas, aunque los lectores atentos sabrán encuadrar las épocas, contextos y edades de los protagonistas. Un recorrido que, al mismo tiempo, narra dos historias entrelazadas, la del maestro Lino Enea Spilimbergo y la de su nuera, protagonista de un relato entrañable que los invitamos a disfrutar.

¿Por qué se te ocurre llamar a la revista?
Yo siempre quise y no me animaba porque no sabía como empezar y cuando vi una obra de arte en la tapa de marzo me decidí (N. de la R.: se refiere a la portada realizada por Guillermo Roux para la edición especial dedicada a la mujer, en marzo de 2017).

Yo pensé: si soy hija de italianos, si Lino era también hijo de italianos, de los que vinieron a engrandecer al país, a dejar sus hijos en esta tierra tan rica. ¿Cómo puede ser que no figure este gran hombre?

Vos lo conociste en persona, contanos ¿quién fue Spilimbergo?
Mi hijos llevan el apellido pero no lo conocieron. Yo compartí sus últimos doce años con él, me casé con su hijo, soy la mamá de sus cinco nietos. De él te puedo decir que era argentino, nació en el barrio de Palermo el 12 de agosto de 1896, hijo de inmigrantes italianos del Piamonte, su padre era de la nobleza. Su familia es longeva pero, sin embargo, era asmático desde chico y muere a los 65 años. ¡La tecnología y el avance de la medicina no existían en esa época! Hoy hubiera vivido de otra forma. El tenía un médico personal y nada más, yo no sabía que el asma estaba relacionada con la alergia, el estaba rodeado de pinturas, el frío...

Sin embargo, su obra fue muy prolífica...
Su pasión era el trabajo. Arriba de todo en la nota poné "El porvenir depende de uno mismo", esa era su frase. Nunca le interesó el dinero, ganaba premios y eso iba para la mujer y su hijo, su única meta era llegar a donde él quería. Y llegó, con sacrificio y con su asma a cuestas, llegó. Para él, el primero de mayo siempre empezaba una obra: Es el día del trabajador y hay que trabajar decía.

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Vivió en una época muy importante, convivió con otros grandes...
Hay una gran conexión entre artistas, escritores, que colaboraban, se ayudaban entre ellos, no había egos. Más que artista fue profesor, un gran profesor de dibujo. Siempre decía que con el dibujo podés hacer todo, si sabés dibujar, sabés pintar. Arte moderno y contemporáneo: Berni, Castagnino, Oliverio Girondo, sus grandes amigos. Nora Borges, hermana del escritor, Pettorutti, entre otros.

Vayamos hacia atrás, contanos un poco tu historia...
Yo vengo de una familia italiana grande, con mucho acceso a la cultura. Vivía en el barrio de Coghlan pero me crié con mis abuelos paternos, en Otamendi y Rivadavia, donde tenían un caserón. Allí estaban también mis tías solteras, a mí me gustaba aprender todo lo que hacían. Recuerdo aprender a cocinar, recuerdo quedarme dormida a los siete años viendo La Bohéme en el Colón. Me apasionan los números y trabajé siempre en contaduría. Mi idea no era tener dinero sino trabajar para crecer.

¿Cómo fue trabajar en esa época, siendo mujer?
¡Trabajaba y estudiaba! Yo fui libre, pero siempre me hice respetar, siempre fui muy segura de lo que quería.

¿Qué era lo que querías?
Yo quería el título, pero al aplicar ese título vos vas creciendo, por eso quería trabajar. Mi padre me dio la libertad, era muy compinche con él. Es el hombre que más quise, por la libertad que me dio. A mí me gustó más vivir entre hombres que entre mujeres. Yo era la del medio, tenía dos hermanos varones. Y entre los amigos de mi hermano estaba Antonio Spilimbergo, el único hijo de Lino, con quien me casé. Ahí entré en el arte, porque no sabía quien era.

¿Cómo lo conociste?
Lo conozco en ese grupo de amigos con quienes siempre íbamos al cine. Él era un tipo muy fino, siempre con su trajecito de Cervantes y su moñito. Yo nunca aparenté la edad que tengo, siempre parecí más chica. Me acuerdo que fuimos a ver Por quien
doblan las campanas
, que era para mayores de 18. ¡Y el acomodador no me quería dejar entrar! Todos me defendieron y pasé.

¿Pero tenías 18 o no?
Mmm...Tenía 18... (risas).

¿Qué recordás de cuando conociste a tu suegro? ¿Ya estaban saliendo?
¡No, no se usaba eso! Dejemos los años porque la gente no tiene edad (risas). Mi marido se enamora pero yo como si nada, jamás había pensado en casarme o en formar una familia. Ahí conocí a Don Lino, también a Germaine, su esposa francesa, a quien conoce en París cuando viaja a Europa en 1925 y estudia con André Lhote y otros grandes profesores. Ella fue el amor de su vida y la inspiración de muchos de sus cuadros. Eran una familia los tres, ella nunca lo abandonó.

¿Cuándo decidieron casarse?
En un momento Don Lino le dice a su hijo: "te veo una cara de enamorado tan grande, que mejor que te cases" (risas). Porque él era muy práctico, defendía mucho a la mujer, era muy respetuoso y también muy bravo. Don Lino nos regaló la casa para el casamiento, mi padre nos la amuebló toda. Hoy es más difícil para las parejas... Al poco tiempo nos casamos pero yo seguí trabajando.

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¿Qué anécdota recordás de esos tiempos?
¡La bicicleta! Ah, nos hemos reído... Yo no sé hacer gimnasia, nunca pude. Recién ahora con mis hijas aprendí a elongar. Pero era una campeona en la bicicleta, era mi locura. Y mi padre me la escondía porque yo me escapaba a una barranca, ponía los pies arriba del manubrio y andaba muy fuerte. Temiendo que me pase algo, me la sacó. ¡Pero Don Lino me compró otra a escondidas de mi padre y me la guardaba en su casa! También recuerdo los almuerzos de los domingos, a Lino le gustaba con locura comer una colita de cuadril al horno, después ravioles. Y Germaine cocinaba y preparaba un mousse francés que nunca faltaba.

¿Cómo fue la relación de Lino con sus nietos?
Don Lino casi no llegó a conocer a sus nietos. Mis últimos hijos son mellizos, los conoció pero no los pudo disfrutar. Hubiera sido un abuelo espectacular: adoraba los pájaros, tenía tortugas, un fox terrier que siempre lo acompañaba. Recuerdo que, cuando Don Lino le decía a su esposa, "quiero una familia grande", ella le contestaba -como buena francesa- "yo un hijo lo llevo bajo el brazo, dos ya no
puedo". Que sabia, porque ella siempre estaba sola, Lino viajaba todo el tiempo. Fue director de la Universidad de Tucumán, a donde lo llamaban, iba.

¿Qué recordás de sus últimos años?
Estando en Tucumán renuncia a todas sus cátedras por problemas políticos y compra una casa en Unquillo, Córdoba, porque le pareció muy buena para su salud. Regresa brevemente y conoce a sus nietos. También viaja a Bolivia siete meses, nombrado en la Universidad Frías para dar clases gratuitas. De ahí hay grandes obras. Ya estaba bastante decaído y le pide a su esposa hacer un viaje por Europa. Visitan los grandes museos, redescubren esos lugares: el arte, la arquitectura... De ese viaje es su última foto, en Grecia junto a Germaine. Se quedan un tiempo en París donde tenían un departamento. Allí sucede que regresa solo, mi marido lo va a buscar al aeropuerto y lo trae a nuestra casa, ya que la suya estaba cerrada y con todos los muebles tapados, con matapolillas para que no se deterioren en su ausencia. Él, cabeza dura, quiere ir igual a su casa y tiene una crisis asmática de la cual le costó recuperarse. Tras ese episodio y, sin avisar, se fue a Unquillo. Fue como si dijera "quiero morirme acá". Aún conservo la carta del médico personal que lo atendió en sus últimos días, dirigida a su mujer, una carta muy emocionante. Y, al lado de su mesita, el libro de poesías de Gabriela Mistral, que adoraba.

Su muerte fue un shock muy grande para todo el mundo del arte. Germaine no quiso regresar para el velatorio y eso que se la esperó... Ella falleció en París años después.

¿Cómo te gustaría terminar este relato?
La historia termina ahí. Yo agradezco lo que viví y siempre digo que no hay que quejarse, que lo importante es tener salud. Lo sé porque la perdí varias veces y gracias a los médicos del Italiano estoy viva. Es algo que no tiene nombre el agradecimiento que le tengo a todos... Recuerdo que hace unos años no había tanta hotelería y me decían: "la gente parece que prefiere la hotelería a un buen médico,
¿qué me decís vos?" ¡Un buen médico!

 

Anécdotas de Spilimbergo, por Lucía

 

Ilustró el libro Interlunio, de Oliverio Girondo. Fue un trabajo en conjunto. Y las once planchas originales que sirvieron para la impresión del libro -del cual casi no existen copias- fueron llevadas al Museo del Louvre, en París, donde actualmente están guardadas.

Él dejó todo escrito por si alguien en el futuro quería contar su historia, desde que nació. Yo hago lo mismo, mi hija me dice "¿qué estás anotando mamá?" Yo anoto todo, así no me olvido ni hay confusiones.


Hay una obra muy importante llamada “La historia de Emma”. Es una serie de dibujos que realizó de una noticia en un diario, el suicidio de una chica, que devela lo que era una red de trata y prostitución en la década del 30.

Muy lector, adoraba la poesía. Falleció al lado de un libro de poesías de su artista preferida, Gabriela Mistral.

Un hombre que era sencillo a pesar de haber nunca haberle faltado el dinero. Al mismo tiempo era rebelde porque su profesión era más fuerte Junto a Berni y Castagnino colaboró en el mural Ejercicio Plástico, la obra que el muralista mexicano Manuel Siqueiros realizó en la quinta de Natalio Botana. Hoy fue restaurada y está expuesta en el Museo de la Casa Rosada.

 

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Autorretrato de Spilimbergo, tapa de la edición en la cual se incluyó la nota.  

 

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Hospital Italiano: testimonios y nostalgias. Como todas las instituciones, el Hospital Italiano de Buenos Aires está conformado por su arquitectura y por la gente que trabaja y circula por él todos los días. Muchas personas tienen un vínculo afectivo singular con este hospital. Una de ellas es el doctor Francisco Loyúdice. En este libro, de carácter autobiográfico, el autor relata sus experiencias relacionadas con la vida institucional del Hospital Italiano, en los sesenta años de destacada actividad médica que ambos compartieron.
Esta nueva edición de Hospital Italiano. Testimonios y nostalgias es una evocación, difícilmente superable y de poderosa originalidad, de una parte de la historia de la medicina argentina del siglo XX, de sus avatares, sus protagonistas y su peculiar ambiente, llevada a cabo por quien ostenta dentro de ella un lugar sobresaliente. Adquirilo haciendo clic en su portada.

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