Es innegable el gran impacto que tuvo y tiene aún hoy la Inteligencia Artificial en las sociedades contemporáneas. Sin ir más lejos, a principios de este año, ya circulaban por Amazon centenares de libros que tenían como autor o co-autor al ChatGPT. Tal fue el crecimiento de este tipo de textos que se generó un subgénero de libros que no solo tratan sobre, sino que también están generados por el chat.
Este año también, el estadounidense Jason Allen causó enojo en redes sociales al ganar en la categoría de arte digital en una feria en Colorado con su obra: Théâtre D'opéra Spatial. Si bien la obra cautivó a varios espectadores, lo que generó malestar fue el uso del software llamado Mid Journey para generar la pieza. Allen, presidente de la compañía de videojuegos llamada Incarnate Games, se defendió sosteniendo que si bien él no había dado las pinceladas, fueron sus indicaciones las que permitieron al sistema generar la imagen ganadora.
Théâtre D'opéra Spatial
Controversias de este estilo también llegaron al mundo musical y los premios Grammy. Hace unas semanas el presidente de la Recording Academy, Harvey Mason Jr, se manifestó al respecto y sostuvo que “las canciones que contienen elementos creados por Inteligencia Artificial, son absolutamente elegibles para ser nominadas e incluso ganar un premio. Punto".
La Inteligencia Artificial como generadora de contenidos también despertó inquietudes en la industria del cine a tal punto que desde este mayo, los guionistas y escritores de Hollywood se declararon en huelga. A mediados de julio, varios actores se unieron a la manifestación que tiene como principal reclamo: “regular el uso de material producido con inteligencia artificial o tecnologías similares, en un momento en que la capacidad de los chatbots para generar automáticamente todo tipo de escritura está creciendo exponencialmente”.
Toda herramienta tecnológica trae aparejada una arista social. Tal es así que en el último tiempo la IA trazó su camino en el mundo de la música, la literatura, el arte, el cine y mucho más. Si bien en un primer momento este tipo de tecnologías parecían circunscribirse a ámbitos más específicos, actualmente están presentes en todo tipo de actividad humana.
Muchos consideran que la pandemia tuvo bastante que ver con la digitalización de las sociedades. Flavia Costa, Doctora en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), destaca en su libro Tecnoceno: algoritmos, biohackers y nuevas formas de vida que existe una “virtualización de la experiencia cotidiana”. La autora sostiene que debido al COVID-19, y de manera muy acelerada, “buena parte de las personas ha adquirido por necesidad alguna clase de competencia tecnológica que hasta el momento no tenía, en un giro hacia lo digital”. (Costa, 2021)
De alguna u otra manera, la tecnología es un fenómeno social dado que es algo que las sociedades implementan, usan, adoptan. De este modo, las diferentes herramientas van englobando y/o desarrollando cada vez más métodos que intentan imitar razonamientos o formas de hacer de los humanos.
Este incremento tecnológico, estas nuevas tareas que las máquinas aprendieron a imitar también es tratado en el libro de Costa. Entre sus páginas podemos observar que estamos viviendo el Tecnoceno, época que define como aquella en donde “mediante la puesta en marcha de tecnologías de alta complejidad y altísimo riesgo, dejamos huellas en el mundo que no solo exponen a las poblaciones de hoy, sino a las generaciones futuras, de nuestra especie y de otras especies, en los próximos milenios”.
Claro está que la tecnología ha alcanzado áreas que no pensamos que alcanzaría. El propio Chat-GPT es un modelo de lenguaje avanzado, del cual si bien no se conoce aún su repercusión total futura, ya está siendo utilizado en miles de puestos de trabajo. Sumado a esto, Bard, el modelo de lenguaje generado por Google, ante la pregunta sobre el impacto de la IA en el mercado laboral sostiene que se tratará de un impacto mixto: “Algunos puestos de trabajo serán reemplazados por la IA, pero otros serán creados. Es importante que nos preparemos para los cambios que traerá la IA, y que invirtamos en la educación y la formación de las personas para que puedan desarrollar las habilidades que necesitarán para tener éxito en la economía del futuro.” (Bard, 2023)
En este punto de la historia, resulta útil recurrir a Nick Bostrom, autor de Superinteligencia: caminos, peligros, estrategias. El filósofo sueco sostiene que así como la especie humana ha ido evolucionando, también lo hará la Inteligencia Artificial hasta el punto tal de convertirse en una Superinteligencia capaz de “superar en gran medida el rendimiento cognitivo de los humanos en prácticamente todos los dominios de interés" (Bostrom, 2014)
Esto plantea un punto de inflexión. Estas nuevas herramientas, algoritmos y sistemas de información podrían significar un riesgo existencial: pueden facilitar y mejorar la vida tal y como la conocemos o destruirla por completo.
Marcelo D’Agostino, Asesor Principal de Sistemas de Información y Salud Digital en el Departamento de Evidencia e Inteligencia para la Acción en Salud de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), sostuvo en diálogo con Innova que aquellas teorías fatalistas acerca del futuro de la humanidad en manos de la Inteligencia Artificial suelen estar más acercadas al mundo teórico que al empírico.
“El ser humano hace 30 años cuando se creía que las máquinas dominarán el mundo, no tenía ni el conocimiento, ni el acceso a las tecnologías de información, ni los elementos complementarios que se tienen hoy. Si bien se trata de una herramienta poderosísima, sigue siendo algo muy controlado por humanos. Y el hecho de que sean creados y controlados por humanos, es lo que hace que no puedan superar en este momento el intelecto de una persona. Lo veo más como una cuestión novelística que como una realidad”.
Opiniones varias y controversias rodean el debate sobre el futuro de la Inteligencia y la raza humana. Algunos más precavidos buscan detener su avance, controlarlo; otros apuestan por este tipo de sistemas y los beneficios que pueden significar.
“Los avances tecnológicos hay que acompañarlos” proclama D’Agostino y agrega que “toda creación tiene siempre sus fases: experimentales, de prueba, de análisis. Por eso siempre el mundo informático se caracterizó por versiones: la 1, la beta, etc”.
No se trata entonces de frenar por completo el desarrollo, la creación; sino más bien de moderarla. “Regular algoritmos y, a su vez, trazar políticas públicas para que estos algoritmos sean abiertos y todos puedan conocer la maquinaria detrás de esa IA es algo fundamental, por lo menos en el ámbito de la Salud Pública”.
El impacto de las tecnologías en las sociedades ha ido en aumento en los últimos años y todo apunta a que no se detendrá. El cambio es entonces inminente. Prepararse para su llegada es la opción a seguir.
Es cierto que estas herramientas suponen un gran poder. Y como todo gran poder trae aparejado una gran responsabilidad. Está en las sociedades de hoy y del mañana acompañar este poder con la responsabilidad necesaria para poder utilizar para el bien y no para el mal.
“No queremos que la tecnología reemplace la creatividad humana. Queremos asegurarnos de que la tecnología mejore, embellezca o agregue a la misma”. (Mason, 2023). No se trata de enfrentarse a la tecnología y ponerla como la mala de la película. Se trata más bien de encontrar las regulaciones, procedimientos, etapas de prueba y análisis necesarias para desarrollarla e implementarla de manera tal que resulte beneficiosa.
No enfrentarnos a la supervillana, sino aliarnos con la superheroína.