Mentira la mentira >
"Mentira la mentira, mentira la verdad"
Julián Lapuerta Santos

Las fake news inundan el discurso público y alteran la forma en que tomamos decisiones. Modifican nuestra realidad, inclusive a nivel sanitario ¿por qué ocurre?, ¿qué podemos hacer?

 

“Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” es un cuento escrito por Jorge Luis Borges, publicado en mayo de 1940. En él se narra cómo el autor encuentra, en las páginas de un tomo enciclopédico falso, la existencia de un país desconocido: Uqbar. 

Lo que podría quedar en una simple anécdota desemboca en una epopeya por la búsqueda de mayor información sobre esta nación ignota, que acaba encontrando en un volumen perdido de otra enciclopedia misteriosa. En sus páginas descubre la historia, no solo de esa tierra jamás escuchada, sino también de un mundo entero, con sus mitologías, lenguas y religiones. Este hallazgo motiva al autor, junto a un grupo de colegas, a completar, de su propio puño, el resto de volúmenes. “Entre todos acometemos la obra de reconstruir los muchos y macizos tomos que faltan [...] una generación de tlönistas”.

Así se desenvuelve una narrativa en la que la ficción y la realidad se entremezclan, sobredeterminándose la una a la otra, de forma tan íntima que, al finalizarlo, cuesta entender dónde empieza y termina cada una. 

Un poco así funciona el internet.

La Unidad de Investigación de Cultura Cibernética (CCRU por sus siglas en inglés), fue un colectivo transdisciplinar de estudiantes de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Warwick, cuya producción buscó teorizar sobre la influencia del neoliberalismo, la cibernética, el internet y otros tópicos varios sobre la cultura, la historia y la realidad en la que vivimos. Por sus filas pasaron teóricos como Mark Fisher, Sadie Plant o el controvertido Nick Land.

Muchos de sus escritos, producidos y publicados de forma fragmentaria en diferentes blogs, se encuentran recopilados en un libro titulado “Escritos de la Unidad de Investigación de Cultura Cibernética, 1997 - 2003”. Allí se puede encontrar el concepto de hiperstición, una palabra que define a aquellas “ficciones que se hacen a sí mismas reales, o ficciones que operan en la realidad produciendo efectos que resultan indistinguibles de los que se darían si estas ficciones fueran reales”. Es decir, un bucle en donde lo ficcional moldea a la propia realidad. 

Un fenómeno concreto que ejemplifica este concepto es el de las fake news. Según la Fundación Telefónica este concepto se acuñó en 1835 luego de que “The sun”, un periódico sensacionalista británico, difundiera que un científico encontró vida en la luna. 

Es decir, existe desde hace siglos. Sin embargo, se ha hecho especial énfasis en el tópico durante el último lustro de la década pasada y con la explosión de la pandemia. Como indica el informe “La desinformación de salud” de la organización no gubernamental Chequeado, “la COVID-19 es un ejemplo reciente de “desinfodemia”: brotes de desinformación que pueden tener un impacto en la salud pública tan real como la epidemia en sí”.

Si bien la pandemia puso la cuestión en foco, el ámbito sanitario es un rubro que se encuentra históricamente azotado por múltiples discursos conspiranoicos que cuestionan campañas de vacunación, la existencia de enfermedades o la integridad de las instituciones. Chequeado da la siguiente definición: “las conspiraciones son una forma de ver el mundo, una manera de interpretar eventos a través de filtros de sospecha y desconfianza, que pueden generar explicaciones alternativas muy creativas, donde fuerzas ocultas muy poderosas tienen malas intenciones”.

Una de las conspiraciones más difundidas en el rubro sanitario es la acusación sobre la vacuna triple viral como causante de autismo. Su origen radica en un paper fraudulento, publicado en 1998 en “The Lancet” por el cuestionado médico Andrew Wakefield. Si bien esa investigación fue desacreditada múltiples veces, sigue condicionando el pensamiento de miles de padres alrededor del mundo que deciden no vacunar a sus hijos. Para más información en este tópico se puede ver el documental “MMR what they didn’t tell you” del periodista de investigación británico Brian Deer.

Otro ejemplo, que comenzó a ganar eco recientemente, es la ingesta de leche sin pasteurizar. Una moda que ganó impulso a partir de la cultura fitness de internet y la búsqueda del consumo de productos menos intervenidos por procesos industriales. Este tópico halló especial repercusión en los Estados Unidos, ya que en algunos estados se encuentra permitida la producción y venta de este tipo de leche. Uno de los mayores voceros de esta práctica es el empresario Mark McAfee, dueño de “Raw Farm” una de las empresas productoras de lácteos hechos con leche cruda más grandes de ese país.

Como explica el artículo “Some Raw Truths about Raw Milk” (Algunas verdades crudas de la leche cruda), hoy hay personas consumiendo estos productos que, si bien es cierto que su ingesta puede algunos beneficios inmunológicos, se encuentran expuestas a riesgos mucho mayores que las ventajas mínimas que puede acarrear. 

Según el informe de Chequeado, hoy en día estos discursos tienen  más repercusión dado que pueden encontrar una mayor difusión en internet y las redes sociales. Es gracias a estas herramientas que los creyentes de estas conspiraciones pueden alcanzar a miles de usuarios más. ¿Por qué son escuchados? El artículo da una serie de propuestas dentro de las cuales dos son las más rutilantes: porque solemos creer en la información que se repite muchas veces y porque nos atrae el contenido emocional; “es más probable que se difundan las historias que provocan reacciones emotivas, como el miedo o alegría, que las que sólo incluyen información”.

Mentira la mentira

 

Ahora bien, ¿cuál es el motivo de que estas razones sean efectivas? La lectura de Eric Sadin permite elaborar una respuesta. El filósofo francés propone en “La era del individuo tirano” que hubo un cambio del ethos, una metamorfosis de los modos de comportamiento, que se expresa en una desconfianza creciente de todas las instancias de poder. Esto como resultado de un largo proceso, cuyo origen se ubica en una metodología de vida individualista que pone la autonomía de la persona por sobre todas las cosas, inclusive el orden común. Tendencia potenciada con el advenimiento de dos tecnologías: internet y los teléfonos celulares, herramientas que han puesto en el centro la expresividad de los usuarios. Canales que permiten a los internautas hacer “purgas continuas respecto de las múltiples frustraciones que padecieron” y que ponen al alcance de la mano la potencial concreción de cualquier deseo haciendo el mínimo esfuerzo. Sadin da un ejemplo concreto en el caso de la medicina “si creíamos sentir los primeros signos de una dolencia, empezábamos a consultar sitios que acababan de aparecer dedicados a identificar los síntomas y a sugerir algunos fármacos, particularmente vía aquellos foros que compartían experiencias de otros usuarios…”, son estas lógicas las que han creado la ilusión de la autosuficiencia y convirtieron al “yo” en la fuente primera de la verdad. Y agrega: “Un hecho igual de decisivo [...] la sensación cada vez más extendida de la centralidad de uno mismo. Se derivaba especialmente de la autosatisfacción de estar al tanto de muchas cosas, de sentirnos menos tontos, de avanzar por caminos menos balizados, de creernos más actores de nuestro destino” ¿para qué confiar en la opinión de un experto si puedo encontrar mi propia respuesta?, ¿por qué debería respetar unas normas que limitan mi capacidad de acción?

El autor indica que, bajo esta primacía del yo, una conducta común es la reapropiación de contenidos. "Compartir" constantemente artículos con el objetivo de marcar la posición individual propia, sin importar si lo que envía es verdadero o falso. Un ejemplo que podemos encontrar, en relación al caso de la leche cruda, es una foto de Erling Haaland. El 13 de abril de 2023, el ariete estrella del Manchester City subió a su cuenta de Instagram una foto con dos botellas rellenas de un líquido blanco. En el epígrafe se leía "Me and my magic potion” (Yo y mi poción mágica). Si bien el noruego nunca especificó si se trataba de leche cruda, rápidamente los promotores de esta práctica lo utilizaron como referente, al punto tal que algunos medios de comunicación dieron por válida esta información. 

Haaland nunca se pronunció al respecto, ni a favor ni en contra. Pero no hace falta que lo haga, la ficción ya operó.

Respecto a este fenómeno de compartir, el periodista brasileño Pedro Doria opina en el documental “A verdade da mentira”, una investigación llevada a cabo en 2020 para rastrear el uso de fake news en el discurso político de Brasil, que “las personas eligen creer y compartir algo porque, de alguna manera, emocionalmente, esas noticias representan su opinión... Las fake news confirman los sentimientos que tienen esas personas.” Son todos ejemplos de hiperstición: las fake news son ficciones que operan en la realidad transformando el pensamiento de las personas. ¿Es importante la veracidad de lo que comunican? No porque aun así tienen impacto en su realidad, las personas deciden y se posicionan a partir de ellas, sin importar la exposición a hábitos poco saludables o a que inclusive las lleven a tomar decisiones que pongan en riesgo su vida. Valen porque son la confirmación de sus propias creencias. 

 

¿Qué se puede hacer?

Para enfrentar a las fake news en salud, YouTube está desarrollando una propuesta interesante “YouTube Health”, una plataforma aparte centrada en videos hechos por profesionales de la salud certificados, que actualmente se encuentra a prueba en España. 

El propio informe de Chequeado, cuya publicación fue hecha en 2020, habla de buenas iniciativas como la que había tomado Facebook sobre la verificación de datos. Sin embargo, hay un problema, el 11 de enero de 2025 Mark Zuckerberg anunció el abandono de esa política en pro de más “libertad de expresión”, misma posición que tomó Elon Musk cuando adquirió X.

Este cambio drástico en las políticas de las redes sociales debería ser una alerta sobre lo volátiles que son estos espacios que tienen la capacidad de cambiar la manera en la que se interactúa, se piensa la vida comunitaria y la propia identidad.

Hay una canción que podría ser la banda sonora del espíritu de esta época: “The curl of the burl” (“el rizo del nudo”), de la banda de metal progresivo Mastodon. Habla sobre el andar del mundo, una forma de resignación porque así funciona y así funcionará. Frente a esta desidia la propuesta es aplicar un concepto que permite cierto grado de acción en el fuero personal. Juan Ruocco, autor de “¿La democracia en peligro? Como los memes y otros discursos marginales se apropiaron del debate público”, habla de soberanía cognitiva. Básicamente, la capacidad de identificar este bombardeo de información constante al que la sociedad está expuesta y frente a él, tener la capacidad de tomar una pausa consciente, adueñarnos de nuestros pensamientos e intentar no ceder a una hiperpolarización que afecta a todos.