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"El azar no es un juego"
Julián Martín Lapuerta Santos

El incremento del consumo de apuestas y casinos online es un nuevo flagelo que está afectando a la salud mental de la población global con especial impacto en los menores, que lo ven como un entretenimiento más.

La vida después de la pandemia de COVID cambió radicalmente. Las cuarentenas aceleraron muchísimos procesos de digitalización, que previamente se venían desarrollando de forma más pausada, y el teléfono celular adquirió una figura más preponderante en la rutina diaria de todos. Un ejemplo concreto es el que indicó un estudio publicado recientemente en JAMA Pediatrics, que aseguró que los niños de entre 3 y 5 años pasan casi tres horas diarias frente a pantallas. 

Por supuesto, no es el dispositivo en sí, sino lo que se puede hacer con él. La infinidad de aplicaciones que capitalizan con la atención son incontables, desde redes sociales a videojuegos, sumadas a aquellas apps que eliminan barreras físicas y facilitan el acceso a todo tipo de productos, servicios, trámites y más. 

Un tipo en particular que tuvo un boom en ganancias en los últimos años son los juegos de azar online: casinos, loterías y apuestas deportivas. La web Statista registra que, solo en Argentina, estos servicios pasaron de ganar 740 millones de dólares en 2021 a 1190 en 2023. 

El fenómeno se repite en muchos países del mundo. El año pasado, la Premier League, primera división del fútbol inglés, prohibió las publicidades de casas de apuestas debido a los múltiples estudios que demostraron que apostar se había vuelto una práctica “normal” entre los varones jóvenes. Según “On the normalisation of online sports gambling among young adult men in the UK: a public health perspective”, una publicación del journal Public Health de Elsevier, esta franja etaria ve la práctica como algo casual y hasta necesaria para el disfrute del consumo de eventos deportivos.

Las figuritas ya no corren

El artículo de JAMA Pediatrics, citado al principio del artículo, pinta perfectamente la realidad de una infancia que se desarrolla atravesada por las pantallas. Esto no necesariamente significa un problema, pero cuando el uso descontrolado desemboca en hábitos negativos y consumos cuestionables, la alarma se enciende. Ante el fenómeno creciente de menores participando en juegos de azar online, Damián Supply, terapeuta grupal y coordinador del área de “Prevención y promoción de salud en niñez y adolescencia” del Hospital Italiano de Buenos Aires, alertó que “no es algo que pongan en palabras” los menores, sino que son los profesores y preceptores los que están viendo, cada vez con más frecuencia, a chicos participando de estas prácticas a través de sus celulares. 

Son varios los medios de comunicación que se hicieron eco de esta situación y el foco con el que se la está abordando parte de la preocupación de un brote de ludopatía entre los menores. Sin embargo, Supply asegura que hay otro punto de vista que se está pasando por alto: “los menores están en desarrollo cerebral, en relación con lo emocional y lo comportamental. Hay una parte del cerebro que es el sistema de recompensas, que uno va alimentando y con eso va definiendo lo que nos dará placer en la vida adulta. Cuando uno mezcla experiencias que tienen que ver con un consumo sin límites, desarrolla hábitos que después son muy difíciles de desinstalar”. Estos hábitos pueden desembocar en déficit de atención, problemas emocionales, alteraciones en el comportamiento, márgenes de tolerancia muy bajos, que fomentan la ansiedad, y una gran dificultad para aburrirse, que limita las capacidades creativas de los menores. 

De todas formas, el especialista aseguró que hay que tener en cuenta que, ya son muchas las aplicaciones que utilizan dinámicas que activan esa zona de recompensa que tiene nuestro cerebro, por ello pone énfasis en que todo consumo no mediado puede generar problemas. Sin embargo, con el juego hay algunos comportamientos peligrosos que son los que causan principal preocupación.

Si bien en Argentina no existe marco legislativo nacional que regule estas plataformas en la totalidad del territorio, cada provincia tiene sus propias normativas. Por eso, en nuestro país existen aplicaciones que, para estar habilitadas en todas las jurisdicciones, tienen que cumplir con ciertos requisitos, como tributar en el país y prohibir el acceso a menores. Como barrera para que estos no ingresen, solicitan una serie de datos que pueden resultar difíciles de conseguir para un menor.  

El problema es que hay muchas otras “ilegales”, que suelen ser empresas extranjeras que no pagan impuestos locales, menos aún solicitan información de ningún tipo más allá de un teléfono celular y una tarjeta. Esto está directamente involucrado con las prácticas más preocupantes, como el robo de tarjetas a los padres o aquellos menores que cuentan con  billeteras virtuales, pueden empezar a jugar sin que sus tutores lo identifiquen. 

Además, hay muchas plataformas que funcionan con los llamados “cajeros”,  empleados poco escrupulosos que tampoco requieren datos, a los que se contacta por WhatsApp y que intercambian el dinero real por fichas virtuales. Con lo cual, los menores entran en contacto con terceros totalmente desconocidos.

¿Por qué afecta más a los varones?

Por el momento, los estudios que están abordando este fenómeno, al ser cuantitativos, sólo permitieron identificar que quienes más incurren en los juegos de azar son los varones, pero sin ofrecer una respuesta causal. Frente a esta situación, Supply elabora una reflexión personal: “para mí hay algo del mandato masculino que se juega, esto de demostrarle al grupo de amigos que uno es capo y se maneja. Que está muy ligado al deporte, a la cuestión del dinero, muy arraigado al estereotipo del varón”. 

En el mismo sentido, un estudio realizado  recientemente en Colombia, titulado “Aspectos de marketing que influyen en la motivación intrínseca y extrínseca para hacer apuestas online”, explica que las publicidades de este tipo de plataformas suelen apoyarse en las figuras de consumados deportistas retirados y hacen énfasis en cuestiones que nada tienen que ver con el potencial dinero a ganar, sino en el juego como forma de entretenimiento y de demostración de conocimiento sobre el deporte en el que se apuesta. Esta investigación concluye alertando que las publicidades legitiman el apostar y lo convierte simbólicamente en una práctica común y corriente. 

Además, cuando no se usan famosas leyendas del deporte, se acude a figuras aspiracionales todavía más cercanas a los chicos y adolescentes, como es el caso de  los streamers y youtubers. Hay una gran cantidad de canales de YouTube sobre de tópicos futbolísticos que inician sus videos con “recomendaciones” de casas de apuestas. En cuanto a los streams, es cuestión de ingresar en la plataforma Twitch, por ejemplo, para ver cómo el género “slots” (máquinas tragamonedas virtuales) cuenta con una categoría propia, validando ese contenido, que tiene 1 millón 300 mil seguidores (y al momento de chequear las estadísticas, 19.811 espectadores en vivo). “El streamer es la imagen de un pibe en un cuarto, tomando mate y contando historias mientras juega slots. El chico lo ve y piensa “puedo ser yo" ", comenta Damian Supply. 

Frente a esta realidad, el psicólogo da dos recomendaciones: “cercanía y disponibilidad” por parte de los adultos. Dado que los chicos no cuentan con el desarrollo madurativo para autoimponerse límites, queda en los padres establecerlos. No desde un lugar censor, sino desde uno de acompañamiento, buscando crear pensamiento crítico sobre el sentido del uso de las pantallas.