
Marcelo D’Agostino, Jefe de la Unidad de Sistemas de Información y Salud Digital de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), reflexiona sobre los avances, beneficios y desafíos éticos de la telesalud en América Latina. ¿Cómo garantizar el acceso, la seguridad y la calidad en un modelo que llegó para quedarse?
La telesalud dejó de ser una promesa para convertirse en una herramienta concreta que redefine la forma en que se prestan y se organizan los servicios de salud. Desde el seguimiento de enfermedades crónicas hasta la atención en zonas remotas o la inclusión de poblaciones vulnerables, su expansión plantea oportunidades, junto con retos. En esta entrevista con Innova Salud Digital, Marcelo D’Agostino analiza la influencia presente y futura de la telemedicina en la región, y subraya la necesidad de combinar tecnología, ética, alfabetización digital e inversión pública para construir sistemas de salud más accesibles, humanos e inteligentes.

Innova Salud Digital: ¿Cuáles son los principales beneficios del uso de la telemedicina para los sistemas de salud y para los pacientes?
Marcelo D’Agostino: Beneficios hay muchos, pero me gustaría destacar dos que me parecen clave. Primero, la telemedicina ayuda a los sistemas de salud y a los países a reducir y evitar barreras en acceso a servicios de salud, sobre todo en zonas rurales o para personas en situación de vulnerabilidad. Y segundo, abre una puerta muy valiosa para personas que enfrentan situaciones de estigma o discriminación - como la comunidad LGBT o personas con discapacidad - que cada vez usan más estas herramientas porque muchas veces no se sienten bien recibidas en ciertos espacios físicos. Por ejemplo, utilizar las plataformas de teleconsulta para atención en salud mental orientada a jóvenes LGBT+, que suelen evitar los centros presenciales por miedo al rechazo o a la estigmatización. Con telemedicina, se sienten más seguros y acceden más temprano a servicios de salud.
¿En qué contextos clínicos resulta más apropiado implementar consultas a distancia?
La telemedicina no reemplaza todo, pero suma muchísimo en diversas situaciones. Es muy útil para el seguimiento de enfermedades crónicas, para salud mental, para interconsultas entre profesionales, y también para orientación médica inicial. También funciona muy bien cuando hay que evitar traslados innecesarios o cuando hay barreras geográficas importantes. Por ejemplo, en Perú, en zonas de difícil acceso en la Amazonía, se está utilizando el modelo de telemedicina de la OPS para hacer chequeos básicos en los puestos de salud, y luego conectar con médicos especialistas en Lima para obtener una segunda opinión o validar diagnósticos, sin necesidad de que el paciente viaje.
¿Qué garantías existen sobre la seguridad de los datos en entornos de telemedicina?
La primera respuesta que te daría es con una pregunta: ¿qué garantías tenemos con el papel? Porque si alguien saca una fotocopia de una historia clínica en papel, se pierde el control total. En cambio, los sistemas digitales permiten trazabilidad: sabés quién accedió, cuándo y desde dónde. Además, se pueden aplicar un montón de medidas de seguridad como marcos normativos nacionales fuertes, y también reglas internas dentro de cada institución. Todo eso hace que, bien hecho, lo digital sea más seguro que el papel.
¿Qué medidas se aplican para proteger la confidencialidad de la información del paciente?
Acá se combinan varias cosas. Primero, leyes nacionales que regulan el uso de los datos de salud. Segundo, políticas internas de las instituciones que definen quién puede acceder y para qué. Y tercero, tecnologías como el cifrado, los accesos restringidos, los registros de actividad... Todo eso ayuda a que la información quede bien protegida. No es magia, hay que hacerlo bien, pero se puede.
¿El avance de la telemedicina implica que dejaremos de ver a los profesionales de manera presencial?
Decir "nunca más" en temas tecnológicos es meterse en un lío. Hubo muchas predicciones que después no se cumplieron. Lo que sí creo es que el modelo va a cambiar: muchas consultas se van a hacer virtuales, pero siempre va a haber espacio para la presencialidad, sobre todo en casos más complejos o que requieren contacto físico. Los profesionales no van a desaparecer, van a adaptar su rol y su forma de trabajo.
¿Cómo se está abordando la brecha tecnológica en relación con el equipamiento necesario para implementar telesalud en contextos con menos recursos?
Acá hay que invertir, no hay vuelta. Y se está haciendo, muchos países están accediendo a financiamiento externo, como préstamos del BID o del Banco Mundial, para fortalecer su infraestructura digital. La idea es construir una verdadera infraestructura pública digital, pensando en quienes hoy no tienen acceso. Si no, la brecha digital se transforma en una nueva forma de exclusión en salud. Por ejemplo, hay naciones que están desplegando una red nacional de fibra óptica para conectar los municipios más alejados del país y asegurar que los equipos de salud tengan conectividad mínima para operar plataformas de telesalud. Un ejemplo importante es Brasil con el proyecto "Conecte SUS" que forma parte de la iniciativa conocida como SUS Digital (SUS = Sistema Único de Salud).
¿Considerás posible que, en poco tiempo, la mayoría de las consultas médicas se realicen en formato virtual?
No todas, pero sí una buena parte, especialmente en el primer nivel de atención o para la primera consulta. Y ahí se pueden tomar decisiones junto al paciente: si se sigue de forma virtual o si se deriva a una consulta presencial. También va a crecer el uso de sistemas de tele-triage, donde se evalúa la urgencia y se organiza la atención de manera más eficiente.
¿Qué rol juegan la alfabetización digital y la formación de equipos de salud en la sostenibilidad de los programas de telesalud?
Si querés sobrevivir en esta era digital, necesitás estar preparado. No alcanza con saber usar una computadora. Hay que desarrollar nuevas habilidades, entender cómo se usan las herramientas digitales y cómo integrarlas a la práctica diaria. Y eso empieza en la educación desde temprano. Ministerios de Educación y de Salud tienen un rol clave para que esto sea sostenible a largo plazo. Por ejemplo, OPS lanzó un programa de Alfabetización Digital para fortalecer competencias digitales para todo el personal de salud, incluyendo auxiliares y administrativos. La idea no es que todos sean expertos, sino que puedan manejar una consulta virtual, cargar correctamente una historia clínica electrónica, o incluso reconocer cuándo usar una herramienta digital y cuándo no.
¿Qué desafíos éticos y regulatorios considerás que aún deben resolverse para que la telemedicina sea verdaderamente segura, inclusiva y eficaz?
Hay que ir a fondo con dos temas: el uso ético de los datos y el riesgo de sesgos en los algoritmos, sobre todo ahora que estamos hablando de inteligencia artificial en salud. Muchos modelos se entrenan con datos que no representan bien a toda la población: son urbanos, varones, conectados. Y eso puede dejar afuera a comunidades rurales, racializadas o vulnerables. Como resultado, se puede llegar a diagnósticos errados, triages sesgados y políticas de salud mal enfocadas. Hay que construir marcos éticos y regulaciones que prevengan eso desde el inicio. Por ejemplo, auditar los algoritmos que se usan en salud pública, y asegurar que no estén generando decisiones que afecten negativamente a las comunidades indígenas. Es un paso clave para que la inteligencia artificial sea realmente inclusiva.
¿Qué tipo de competencias debe desarrollar hoy un profesional de salud para brindar servicios a través de la telesalud?
Depende del servicio, pero algunas competencias básicas ya son imprescindibles. Hay que tener una familiaridad con las tecnologías, saber usar plataformas de videollamadas, manejar historias clínicas digitales, y también entender cómo combinar herramientas, como por ejemplo inteligencia artificial para acceder a segundas opiniones, generar aprendizajes entre colegas o incluso apoyar decisiones clínicas. No hace falta ser un experto en informática, pero sí estar cómodo en ese entorno. Y sobre todo, no perder el foco: lo digital tiene que sumar, no complicar.